viernes, 28 de agosto de 2009

UNA TARDE INOLVIDABLE

Ayer tuve una tarde que me quedará grabada para siempre en mi retina. Para cualquiera que no está en mí lugar le parecería que estoy exagerando, o incluso que no ve nada de especial en lo que hice. Yo puse en cada minuto que disfrutaba de mi madre todo el cariño y atención que se merece. No quiero pensar que puede que sea de los últimos días que yo la vea con un poco de fuerzas para seguir adelante. Y es que después de verla tirada en el sillón todos los días que iba a visitarla, por todo el cansancio que lleva arrastrando por su enfermedad y por todo el tratamiento que le han metido en su cuerpo, ayer me invitó a salir a dar un paseo y esta vez no era yo la que intentaba tirar de ella. Nos fuimos a una tiendecita del Barrio a ver un camisón que quería comprarse y es que me hizo una ilusión tremenda. Con sus 44 kilos de peso que se hacen notar en su extrema delgadez, su peluca que la da mucho calor y el poco aliento que tenía, salimos las dos a la calle como madre e hija. Ella me demostró la fuerza interior que tiene y su lucha por la vida. Yo no dejaba de mirarla como si fuera una figura muy valiosa y frágil que en cualquier momento se podría caer y romper. Sentí algo muy especial, no sé si es consciente, pero cada vez que la veo me da una lección de vida.

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