domingo, 6 de diciembre de 2009

HABITACIÓN 1024

El martes de la semana pasada, día 24 de noviembre de 2009, ingresó mi madre en la unidad de cuidados paliativos para enfermos terminales. Yo sabía que no la volvería a tener más en casa, que era su último viaje en esta vida y sólo de ver su maleta me entraba mucha angustia en el cuerpo. La verdad es que no hay palabras para explicar esta sensación, porque ella pensaba que sólo estaría allí unos días para recuperarse y después volver a tener una vida medianamente normal. Ahora nos tienes que perdonar por no decirte la gran verdad del desenlance de la maldita enfernedad. Cuantas veces te dijimos que te ibas a curar, que lo ibamos a superar todos juntos, que esta enfermedad no podría contigo...

Su estancia en el hospital que duró una semana fue de lo peor que vivió mi madre, y lo único alentador que puedo decir es que tambíen he experimentado sensaciones increibles hacia ella, la he mimado y querido como nunca. Mamá, no se me olvidará como a pesar de no poder mover un sólo músculo de tu cuerpo, me transmitías lo que sentías con tu mirada y tus gestos y yo me lamentaba por la rabía de verte como un bebé con todo el sufrimiento reflejado en tu cara. No fue justo, el dolor que te has llevado sin poder hablar, sin poder moverte de la cama, sin poder tragar, con el miedo a lo que podría pasar, ¡y sin quejarte ni un solo momento ni lamentarte de tu situación!. Tú me has enseñado a luchar y a no quejarme de lo que realmente no tiene tanto valor incluso en tus últimos días. Eres una mujer muy fuerte que aún sin poder hablar con tu mirada lo decías todo, sin poder tragar comías y bebías obligandote tú misma, sin poder reír sonreías, sin poder abrazar me besabas la mejilla...eres la mejor, cualquier persona en tu situación habría tirado la toalla antes. Tu demostraste que querías vivir pero la enfermedad ha podido contigo y no te ha dejado disfrutar de la vida muchos años más. Qué injusto, ¿verdad?, con la de gente mala que tendría Dios que recoger... en fín como dicen algunos "nos ha tocado y nos ha tocado" ¡qué lastima, cuánto te echo de menos, no lo sabes bien!

Aún recuerdo las noches que viví contigo en el hospital, cómo mirabas las fotos que te colgamos en el corcho al lado de tu cama con toda la familia y amigos que de verdad te querían, y tambíen sé que tu última noche conmigo te despedistes de mí, no se me olvidará cómo me mirabas sin quitarme ojo como diciendome "hasta siempre, porque siempre me querrás como hija y yo como madre". Ese cariño lo sentí como una unión muy fuerte a base de amor inifinito. Gracias, mamá.

No debo olvidar los días tan malos que pasé porque para mí son lecciones que debo recordar y quiero que enseñen a dar valor a lo que realmente importa, sin preocuparme del mañana que ya vendrá con sus problemas y sus alegrías. Lo que está claro es que acompañar a mi madre a morir con solo 47 años de esta enfermedad tan terrible es algo que me ha marcado ya de por vida. "Mamá, siempre estarás presente en todo lo que haga, te siento así y así lo quiero creer."