viernes, 13 de septiembre de 2013

LA LLEGADA DEL RETOÑO

Hace más de dos meses que quiero ponerme a escribir en mi blog y la razón de por qué no lo he hecho antes es porque el pequeñín me reclama a todas horas, si no es para mamar es para dormirle o simplemente tenerle en brazos. Bien, ahora que el angelito duerme (esperemos que no se despierte hasta dentro de un rato) quiero contar cómo fue mi historia en mi ultimos días de embarazo hasta el día que dí a luz. Para empezar tuve un síndrome del nido bastante agudo pues no paraba de tirar cosas que dejaron de ser útiles en mi casa (mogollón de papeles y apuntes que ya no servían), ordené papeles (tipo facturas, informes médicos, contratos de trabajo...), coloqué mi ropa (me salieron tres bolsas de ropa que seguramente aprovecharía alguien mejor que yo en el momento en que decidí deshacerme de ella), todo ello, para hacer hueco a lo más esperado en estos nueve meses, mi retoño con todas sus cositas que tenía cuidadosamente ordenadas en en su habitación. Y lo más importante, preparé con mucha ilusión la bolsa del bebé para el hospital, lavé toda su ropita, la planché y la coloqué por tamaños en su armario. La verdad es que luego de lo que llevas al hospital usas menos de la mitad, pero bueno, supongo que eso nos pasa a todas.

El 25 de junio salía de cuentas y yo seguía embarazada con mi gran barrigota, también estaba tranquila, pensaba que a esas alturas iba a estar muy nerviosa pero nada, la espera del último mes me la pasé con un síndrome del nido bastante agudo como detallo más arriba, y eso me mantuvo muy entretenida. Dicen que a las primerizas se les suele retrasar y en mi caso si que fue así, hasta el 29 de junio no me puse de parto. Recuerdo que fue un sábado el día que dí a luz, pero todo comenzo 3 días antes. El miércoles 26  me encontraba ya muy revuelta con dolores de regla y esa noche empecé a tener contracciones leves para las que fueron después las de parto. El jueves 27 pasé un día "normal" con alguna contracción y por la noche volví a tener contracciones ya más dolorosas. El viernes 28 por la mañana tuve un sangrado al que no dí mucha importancia, pues se trataba de la pérdida del tapón mucoso. Ahí si que me paré a pensar en que el gran momento se acercaba.  Ese día estuve con contracciones más dolorosas y seguidas, pero aún no era el momento de ir al hospital, pues tenían que seguir un patrón para estar de parto (cada 5 minutos, que duraran 1 minuto y durante 1 hora) y además quería esperar en casa para estar lo más dilatada posible antes de ir al hospital. Ya después de un día aguantando las contracciones vino la noche y me acuerdo que estaba viendo una seríe en la tele con mi marido y cuando me venía una me ponía a respirar, entonces me decía: "¿nos vamos al hospital?" y yo le dije: "Si, en un ratillo, tranquilamente, que esto irá para largo, pues me duelen mucho pero a veces se interrumpen y me dan una tregua, así que terminemos de que ver el capítulo". Como ya tenía preparada la bolsa del bebé con sus cosas y mi mochila con las mías, pues nada, solo era cogerlo e irnos.

Al llegar a urgencias ya eran las 3 de la madrugada y cuando me puse a explicar en la ventanilla lo que me ocurría no pude ni mediar palabra pero mi cara lo decía todo: "¡¡¡Estoy con contracciones y me duelen mucho, por favor, que alguien me atienda lo antes posible!!!". Enseguida nos dijeron que acompañaramos a un celador quien nos fue guiando por los pasillos, yo estaba de los nervios porque no podía casi andar y me paraba a cada rato que venía la contracción para respirar.

En la sala de espera de obstetricía estuvimos mi marido y yo solos un ratillo, que se me hizo eterno, hasta que me hicieron pasar a la consulta del ginecólogo. Allí me exploraron dos ginecólogos, una mujer y un hombre, porque la mano de uno y de otro lógicamente difieren en tamaño. Había dilatado 3 cm, fue una faena porque me dijeron que solo ingresaban a partir de 4 cm de dilatación y con esos dolores yo no me quería ir a casa para tener que volver en un rato. Seguidamente me pusieron los monitores y me hicieron andar para provocar más el parto, y eso fue para mi una tortura, tenía contracciones muy dolorosas pero no eran seguidas y me tuvieron bastante tiempo para que con suerte dilatara algo más y me pudieran ingresar.

En fin, después de una larga noche, la ginecóloga me vio con tanto sufrimiento y cansancio que me dijo que me exploraría de nuevo y si estaba de 3 y medio me lo daba por bueno y pondría en el informe que estaba en condiciones de ingresar, en decir, me puso 4 cm. Por fin me ingresaron a la 9 de la mañana, pero hasta las 11 no me subieron a la sala de dilatacion. Una vez me pusieron la oxitocina para provocar más contracciones y seguir dilatando, y el epidural para sobrellevar los dolores (vendito anestesista que a partir de ahí ya vi el cielo abierto porque por lo visto me tocó un chico joven que era de lo mejorcito del hospital por lo que había oído) me relajé y me eché a dormir, sí, como suena, estuve horas dilatando con mogollón de contracciones y yo rendida en una cama descansando y durmiendo todo lo que pude para luego estar con fuerzas a la hora de dar a luz, entre tanto venían de vez en cuando las matronas para ver mi progreso en dilatación.  A eso de las 19.30 ya estaba completamente dilatada con unos 10 cm y me pasaron al paritorio. Yo estaba contenta porque todo el trabajo ya estaba casi hecho, ahora solo tocaba empujar.

Mi sorpresa fue cuando en el segundo empujón oí a alguien decir :"forceps" y me puse blanca, eso no me lo esperaba, y es que por lo visto el niño se encajó de tal manera que no podía salir. Y al tercer empujón oí decir :"periné bastante duro, trae bisturí para episiotomía", ahí estaba ya temblando del miedo a lo desconocido, sólo había oído hablar de lo mal que se pasa cuando te hacen el maldito corte. Entonces me dio un bajón, después de tantos masajes con rosa de mosqueta para ablandar el periné no me sirvió de nada, así que ya no quedaba más remedio que asumir lo que me esperaba en la recuperación. Ya no se podía hacer nada sólo empujar cuando me lo indicaban, así que cuando llegó el siguiente empujón me dijeron que ya el niño estaba fuera y me lo pusieron encima de mi pecho. Yo le oía llorar y no dejaba de mirar esa carita que durante tanto tiempo me había imaginado, sus manitas con diminutos deditos, sus ojitos rasgados, esa boquita y naricita, esos pies con esos deditos y esas uñitas, esas orejitas, estaba todo completo y en su sitio, es fascinante la obra de la naturaleza, yo no dejo de sorprenderme. Es una experiencia muy bonita, yo siempre quise vivirla y ese era mi momento de disfrutar lo que tenía en mis brazos, lo más deseado en estos ultimos nueve meses.

No hay comentarios:

Publicar un comentario